La dificultad de ser by Jean Cocteau

La dificultad de ser by Jean Cocteau

autor:Jean Cocteau [Cocteau, Jean]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Memorias
editor: ePubLibre
publicado: 1946-12-31T16:00:00+00:00


De la plaza de Le Palais-Royal

El desorden al que tengo declarada la guerra vuelve a construirse a mi alrededor, pieza por pieza y solapadamente. Es probable que mi implantación interior y exterior de alma, de pelo, de caninos, que va hacia todos lados, no se detenga en mi persona y siga hasta las lindes extremas de su caparazón, lindes que deben de extenderse hasta mucho más allá de lo que yo veo.

Este caparazón tiene tanta tendencia a vivir de nuestra esencia que aguanta los infortunios que nos atormentan y enferman con nuestra piel. La enfermedad que padezco, frente a la que se declara impotente la medicina, se les transmite a los objetos y papelotes del dormitorio, los alarma y presta a su revoltillo las insólitas posturas del insomnio y el dolor.

Esos dolores son como los estigmas que responden a determinadas necesidades de mi trabajo. A veces La Bella y la Bestia me hace mella en las partes en que la película me obliga a torturar a un actor con pegamento y pelos, a veces un disparo de un arco contra ese mismo actor se convierte, en mis ojos, en un disparo de las lámparas de arco, a veces por la refundición de los textos de La sangre de un poeta se me declara en la mano derecha una crisis insoportable. Esta noche, como ya no sabía qué hacer, sacudía la mano con todas mis fuerzas y me di cuenta de que eso era lo que hace el poeta cuando intenta librarse de esa herida que es una boca.

Heme, pues, en una cama que también adolece de muchas arrugas y muchos bultos pues, como me paso de la noche a la mañana dando vueltas en ella, la convierto en oleaje.

Desde esta cama de triste aparato, miro detenidamente mi cuarto, una cabina estrecha que da a los soportales de la plaza de Le Palais-Royal, que bordea un ruido de pasos. Este cuarto lo han descrito tanto los periodistas y lo han magnificado tanto los fotógrafos que me pregunto si es en realidad el mismo cuarto, pues se parece muy poco a lo que de él enseñan. Quiero decir que el viaje de un espectáculo entre el ojo por el que entra y la mano por la que sale debe de transformar el aliento en un sonido raro, como sucede con el cuerno de caza. En lo referido al color rojo, es difícil no ponerse de acuerdo. En cuanto a lo demás, supongo que los objetos que no llegaron a mí sino porque los trajo una ola, debieron de adquirir, desde el punto de vista de los periodistas, la apariencia que venían a buscar, en lugar de la suya propia. Buscaban aquí el almacén de accesorios de mis mitos. En realidad, esos objetos, los únicos que consiguieron quedarse en una casa de la que todo se marcha, no concuerdan entre sí más que por una intención singular que los diferencia de otros mil más hermosos que poseen los coleccionistas. El más entrañable de



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